Es la costumbre, muy extendida en la actualidad, de proferir palabras soeces, groseras, insultantes. Es algo que irreflexivamente hacen millones de personas que emplean estas expresiones continuamente en la conversación, y hasta emplean términos de esta laya para referirse a sus amigos y compañeros. Todos los insultos, las exclamaciones de susto estupor rabia o alegrÃa, las ordinarieces, y demás expresiones insultantes que emplean estas personas son términos que afectan, aunque la mayorÃa no lo saben, a su comportamiento, actitudes, labores, resultados, etc.Â
Las palabras que usamos moldean nuestra vida, nuestro entorno, nuestro destino; y si centramos nuestra expresión en este tipo de palabras bajas, estamos atrayendo desarmonÃa, fracaso, fealdad, carencias, con lo cual se nos avizora un futuro poco halagador, sombrÃo, negativo. No es extraño que las personas que más repiten esta clase de palabras sean mediocres, fracasadas, poco evolucionadas, zafias, ordinarias, muchas veces rechazadas.
A nivel espiritual la coprolalia va produciendo manchas oscuras en el alma de aquellos que centran su lenguaje en estas expresiones ordinarias, y abre espacios para que sean dominados por entidades negativas obsesionantes que los impulsan a obrar cada dÃa más negativamente. Es por esta razón que estas personas son presas de obsesiones y vicios que las alejan más y más de la bondad, del buen sendero, y generan rechazo en personas sensibles, dulces y amorosas.
Por el contrario, aquellas personas que se esmeran por expresarse bellamente, con palabras llenas de armonÃa, de contenido eminentemente positivo, son personas que marchan hacia adelante en la evolución, positivas, armoniosas, amadas y amorosas.
Cuidemos nuestro lenguaje. Que nuestra expresión sea limpia, diáfana, libre de coprolalia, y asà nuestra vida transitará por rumbos elevados hacia una positiva realización de nuestro ideal evolutivo.
BAUTISTA
Es maravillosa esta enseñanza porque estamos acostumbrados a proferir palabras soeces por cualquier cosa que nos ocurra y tendremos qué asumir su efecto fatal.